Pancho Sierra


Francisco Pancho Sierra (21 de abril de 1831 Salto, Buenos Aires - 4 de diciembre de 1891), es un personaje folclórico de origen bonaerense de la tradición oral y literaria argentina; sexto hijo del primer matrimonio del español Francisco Sierra, casado con Raimunda Ulloa, eran estancieros y miembros de una honorable familia. De ese matrimonio nacieron seis hijos: Enrique, Adolfo, Justo, Toribia, Carlota y Francisco. Al fallecer doña Raimunda Ulloa, Francisco contrajo nuevas nupcias con Raimunda Báez y entre ambos tuvieron otros seis hijos: Pedro, Severo, Estaquillo, Raimundo, Pastora y Serapia.

Pancho Sierra fue bautizado en la iglesia de San Pedro y San Pablo del pueblo de Salto por el cura párroco Dr. Carlos Torres y fueron sus padrinos Don Manuel Fernández y Doña Serapia Sierra, ambos vecinos de Salto Argentino. Hizo sus estudios primarios en Salto, para luego ir a Buenos Aires a seguir sus estudios en el colegio de Rufino Sánchez y así inicia su adolescencia entre Salto y la capital federal. Terminó el secundario e ingresó en la Facultad de Medicina.

Desde muy joven amaba la naturaleza y con gran destreza recorría a caballo los caminos y las inmediaciones de la estancia El Porvenir en el pueblo de Carabelas, partido de Pergamino, esa estancia y la anterior donde se crió en el pueblo de Rancagua eran propiedades de sus padres. El joven Pancho Sierra era muy codiciado entre las muchachas de su pueblo. Su rostro blanco de facciones aristocráticas, nariz aguileña y ojos azules que brillaban con intenso fulgor. Su talla alta, delgado de cuerpo y dotado de gran carisma y su conjunto respiraba bondad y una paz espiritual, que transmitía en todos sus actos y toda su persona estaba cubierta de gran energía y su bella estampa se destacaba por su porte, simpatía y gran arrogancia, pero era un ser por sobre todas las cosas lleno de sencillez.

En aquel entonces una joven criada de nombre Nemesia llegó a la estancia por trabajo. Francisco Sierra no conoció otro amor más que aquel que pudo compartir brevemente con Nemesia. Sin embargo, el dolor lo colocó una vez más frente a la soledad. Sus tías percibieron aquella relación a la que consideraron imposible y, estando ausente Francisco, enviaron a la joven a un pueblo en la provincia de Córdoba. Al regresar Francisco Sierra a su estancia sólo pudo hallar el silencio de aquellas mujeres que le ocultaron la verdad. Pese a ello una humilde mujer relató a Francisco lo sucedido y este salió en busca de Nemesia. El viaje duró algunos días y el cansancio hizo que Sierra se detuviera en un paraje - paraje de Arbol Solo - en las cercanías del río Luján. La noche se mostraba demasiado clara y Francisco no podía dormir pensando en el destino de aquel amor imposible. Caminando cerca de la tranquera de aquel paraje, Sierra alcanzó a ver a un hombre anciano, barbas y cabello blanco que caminaba sosteniéndose de un bastón. Al acercarse el anciano y como si hubiese sido una visión el misterioso hombre le anunció: (...)"Hijo, vas a un largo viaje, y con mucha esperanza, pero lo que tú buscas ya no te pertenece pues pertenece a Dios, que es quien nos gobierna, y El tiene para ti destinado algo muy grande y tú ya conociste muy de cerca el dolor pero un último dolor tendrás que pasar para comenzar luego, cuando Dios lo disponga, la maravillosa obra que te tiene preparada. Con este anuncio entendió Sierra que a quien amaba ya no podría ver porque su vida se había terminado. Abandona sus estudios y olvidándose de sí mismo se aísla en un retiro voluntario, encerrándose en el altillo de la "Estancia El Porvenir" por muchos años en Rancagua (Partido de Pergamino). Tanto tiempo estuvo encerrado que inclusive sus familiares decían que había perdido la razón, solamente algún mayordomo le llevaba al altillo los alimentos y ropas para cambiarse, dejándolos al pie de la puerta del altillo; en aquel aislamiento voluntario Dios le indicaba espiritualmente el camino de una gran misión para ayudar al prójimo. Así después de siete años, reapareció extenuado, meditativo y alejado del bullicio general. Pasaba días enteros ensimismado en sus pensamientos siempre meditando y a veces ayunando y bebiendo mucha agua del aljibe de la estancia.

Desdeñaba las riquezas, el bienestar y las comodidades de las que podía disfrutar por sus bienes de familia, sintiendo en su mente el llamado de Dios para gastar sus haberes distribuyéndolos entre los pobres y los niños, por los que siempre sintió predilección.

Su barba y sus cabellos prolongados y abundantes de color grisáceo y de gran brillo, ondeaban desalineados por la brisa cuando se paseaba solitario entre los árboles y las plantas del jardín de la estancia, y formaban como aureola, encuadrando su blanco rostro iluminado siempre por un tinte de melancolía y bondad.

Muchas veces ejecutaba la guitarra con armoniosas notas que llegaban al corazón.

Se lo veía a orillas del río Arrecifes contemplando la naturaleza y escuchando el canto de los pájaros y con la compañía de sus dos perros los cuales siempre lo custodiaban.

Tenía un marcado parecido con el poeta Guido Spano, y como él, vestía siempre trajes ampulosos, bombacha, camiseta criolla, llamada garibaldina, ancho sombrero y poncho de vicuña.

Una noche cerca del día de San Juan del mes de Junio sintió el llamado de Dios: es hora del comienzo de tu misión espiritual, ya el plazo se ha cumplido; Adelante Francisco, nada te detendrá. Así comenzó su gran misión, ayudando a los pobres y a los enfermos del cuerpo y del alma; con una oración que Dios le había transmitido y un vaso de agua de la estancia El Porvenir; comenzó a sanar a todos los que solicitaban su gran ayuda. Su fama de taumaturgo a medida que pasaban los meses traspaso las fronteras del país.

Su gran carisma y su gran bondad lo convirtieron en aquella época en El Doctor del Agua Fría o El Resero del Infinito y también El Gaucho santo de Pergamino, como cariñosamente lo llamaban sus miles de seguidores; Pancho Sierra murió el día 4 de diciembre del año 1891 a los 60 años.

En 1890, pocos mese antes de su muerte, Pancho Sierra se casó con Leonor Fernández en la iglesia "San Francisco de Asís" de Rojas (Pcia de Buenos Aires) y el sacerdote que los caso se llamaba Silvestre Moruga, según consta en la partida de matrimonio de los archivos de dicha parroquia.

Murió al año siguiente -año muy caluroso, con polvaredas que afectaban el tránsito y arrinconaban a los animales junto a los alambrados de los campos, asfixiándolos en muchos casos-, a las 19,10 horas del 4 de diciembre de 1891. Un mes antes del deceso predicho por él mismo, dio finalizada la misión que se había impuesto. No pudo conocer a su única hija, Laura Pía, nacida siete meses más tarde.

Cabe destacar que Pancho Sierra tenía una hermana religiosa, hermana por parte del padre y que en la vida de los claustros se llamo Sor Maria de Lujan Sierra y que fue fundadora de varios colegios religiosos Sus exequias fueron destacadas, en esos años, por la cantidad de personas que acompañaron al féretro hasta el Cementerio de Salto y por el grupo de ciudadanos de renombre nacional que pronunciaron emotivas palabras.

En S.XXI es uno más de los referentes mitológicos de la cultura rural de las provincias pampeanas. Hoy después de tantos años de su tránsito a la eternidad, Pancho Sierra es un verdadero mito santificado en el corazón del pueblo y conocido y venerado en toda América Latina.

Sus restos descansan en el Cementerio de Salto Argentino.

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